Hemos querido haceros un breve resumen de lo que expusimos en el seminario de patologías de rodilla, tanto para los que no pudieron asistir como para aquellos que todavía tienen alguna duda.
Hay que tener en cuenta que la rodilla es una articulación compleja, compuesta por muchos elementos: ligamentos, cartílagos, tendones, músculos… que participan tanto en su estabilidad como en su movilidad y que son susceptibles de lesión en gran medida. La ventaja es que hay partes que pueden ser entrenadas para responder mejor a los esfuerzos y determinados movimientos, lo cual es muy útil tanto en la prevención de lesiones como en la recuperación de las mismas.
Lo primero que hacemos cuando existe una molestia en la rodilla es valorar y corroborar que existe un apoyo correcto a nivel de la pisada, ya que muchas molestias en la rodilla pueden derivar de inestabilidad y debilidad en la articulación del tobillo; al igual que hacemos con el tobillo, observaremos que no existan descompensaciones ni dismetrías a nivel de cadera que interfieran de manera directa en la funcionalidad de nuestra rodilla. A partir de aquí comprobaremos si las estructuras musculares y patrones de movimientos son correctos. En caso de detectar alguna disfunción, ya sea por sobreuso, posturas incorrectas o derivadas de una mala técnica a la hora de realizar determinados ejercicios tendremos suficiente información para empezar a trabajar y corregirlo. Si además le añadimos resultados médicos donde podamos ver qué daño hay a nivel interno tendremos una programación de ejercicios mucho más adecuada por parte del entrenador.
Las lesiones más comunes suelen derivar, entre otras causas, de una compresión excesiva de la articulación, normalmente por debilidad muscular o alineación incorrecta entre cadera-rodilla-tobillo, las cuales provocan una degeneración acelerada del cartílago (condropatías o artrosis). Muchas otras pueden provenir de un estrés articular, debido a una fuerza torsional pero sin llegar a la rotura (esguince, estrés torsional crónico, luxación). Y por último aquellas producidas por tensión en las inserciones, normalmente por movimientos solicitados de manera excesiva (tendinitis, bursitis, fricciones).
Es imprescindible seguir una serie de pautas si vamos a empezar a hacer ejercicio después de cualquier lesión: partir siempre desde la base y empezar por lo fácil, sobre superficies estables, con rangos de movimiento parciales y si es necesario hacerlo con el peso corporal; poco a poco iremos haciendo movimientos algo más complejos con cargas suaves y rangos completos, y en una fase avanzada trabajar ejercicios de manera unilateral, cargas elevadas o bases inestables si hiciera falta.
No hay que olvidar que una planificación de entrenamiento SIEMPRE es individual y que cada sujeto, bien por su objetivo, experiencia o técnica requiere una serie de ejercicios o combinaciones entre los mismos diferente a cualquier otro individuo. Pregúntanos cualquier duda que tengas y te orientaremos sobre tu lesión y la manera de empezar a trabajar sobre ella.
José Miguel Gallardo Bautista
Entrenador Personal Viding